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domingo, 11 de julio de 2010

El florido pensil.


Título: El florido Pensil. 

Autor: Andrés Sopeña Monsalve.

Editorial: Rocabolsillo, Puzzle editorial de libros.

Año: 1994.

WEB del autor:


Bibliografía Andrés Sopeña Monsalve.
Pincha aquí para conocer su bibliografía.

Adaptación cinematográfica.
 
Título: El florido pensil. 
Director: Juan José Porto. 
Reparto: Daniel Rubio, El Gran Wyoming, Fernando Guillén, Natalia Dicenta. 
Nacionalidad: España (2002).

Valoración personal:

Comentarios: Excelentemente narrado, este libro nos sumerge de la más amena de las formas en la escolaridad y la educación infantil de un tiempo no tan lejano, la época franquista, cuándo todo se resolvía a golpe de regla.

Que la educación ha cambiado en nuestro país en cuestión de unas décadas es más que evidente para cualquiera. Solo tenemos que volver la vista hacia los colegios y al cada vez más alto fracaso escolar, los tribunales de menores que llenan sus salas con chavales desorientados que no es que hayan sido mal educados es que no lo han sido en absoluto, ni para bien ni para mal. Hemos pasado del autoritarismo más severo al libertinaje más excesivo y, como siempre, los que lo sufren no son otros que los niños que crecen sin control y sin ningún tipo de respeto hacia nada más que a sí mismos. Pasar los primeros 16 o 17 años de tu vida creyendo que nadie "te puede toser" es tan dañino como hace cincuenta años cuando en los colegios se llevaba aquello de "la letra con sangre entra". Cada uno en su estilo pero igual de perjudicial. Por supuesto la solución pasa en primera instancia por los padres que, en definitiva, son los poseedores de la vida de esos nuevos seres humanos que un día les ponen en los brazos sin saber muy bien que hacer con ellos. En sus manos está "aprender a ser padres" para enseñar a sus pequeños hijos a ser personas y eso implica tener que decir muchas veces no y enfrentarse a rabietas, enfados, desafíos y demás armas que esos niños usarán para conseguir lo que desean. 

Así mismo, los colegios deben implicarse con su razón de existencia, esos niños que van día a día a las aulas y de los que son responsables en cierta medida. No mirar hacia otro lado, no firmar unas evaluaciones en las que abundan los suspensos y, simplemente, cerrar página y empezar un nuevo curso. Apoyar las decisiones de los profesores y defenderles ante los padres que no comprendan por qué un profesor ha castigado a un alumno o lo ha sacado del aula. En definitiva, ser más maestros e individualizar sus enseñanzas, amando a cada alumno y preocupándose por su bienestar por muy difícil que sea él o sean sus padres. Con el apoyo de las direcciones de los colegios, de las Consejerías de Educación y, en definitiva, de la sociedad al completo, el trabajo de los maestros será más fácil y lograrán implicarse en la vida de sus alumnos y sus familias con mayor intensidad. Y eso está en manos de todos nosotros...

Pero aún persiste un gran problema: se tiene miedo, miedo a ir demasiado atrás y volvernos de nuevo una sociedad autoritaria que pone barreras al crecimiento como personas plenas de nuestros niños. Debemos intentar no olvidar el pasado que vivieron nuestros padres y abuelos cuando crecer y ser niño y adolescente era tan difícil, cuando nuestros padres delegaban en los maestros (en los casos en los que había suerte e ibas al colegio) la educación y los profesores usaban el miedo como arma principal para conseguir un falso respeto que no ha hecho sino forzar un futuro repleto de padres permisivos que no querían eso mismo para sus hijos.

Por ello recomiendo la lectura de este pequeño libro a todo el mundo, padres, educadores, niños, adolescentes y también a todo aquel que no tenga nada que ver con la infancia ni quiera tenerlo. Todos debemos recordar lo difícil que era ser niño en la época franquista, cómo eran los colegios, los profesores, las rutinas diarias... Qué se estudiaba, cómo se divertían, qué se exigía y cómo se conseguía. Si comprendemos lo lejanos a aquello que nos encontramos, lo que se ha avanzado y lo importante que es hoy ser niño, será más sencillo tomar decisiones y no temer al fantasma del pasado que nos acecha como padres y educadores. Entre todos podemos conseguir alcanzar el equilibrio justo para lograr una escuela sana que, en colaboración con las familias, consiga apoyar, ayudar y poner los límites justos a los niños para que se conviertan en la clase de personas en la que todo padre desea ver convertido a su hijo.

¡Gracias por leerme!

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